28 de abril de 2008

Gatosa

Me rodea cierto caos en la habitación. Duermo de rodríguez. Mazinguer Z se abre paso entre soldaditos de plástico rojo sangre sobre un cuaderno de viajes. Vampirella sigue en su bolsa de plástico, como un tótem sexual seguro e indestructible. Sarita Montiel anda colgada vestida de abejita de varietées, quien sabe si en aquella época no podía imaginarse embutida en bótox como está ahora. Las máscaras andan sobre los libros, recordándome que soy al mismo tiempo una cerda, un osito y Jason de Martes 13. Eso me hace recordar que no tengo la de V de Vendetta. Nunca fue mía, pero eso no quita que sea una gran máscara de un personaje más grande que el cómic en sí.

Las tortugas me esperan dóciles en la cama. Asobine suele estar siempre encima de Toña, y no me lo propongo así, sucede así. En cuanto al peluche del gato largo, me pone melancólica. Ni si quiera le he puesto nombre jamás. ¿Por qué lo compré negro?

Maga, ¿estás durmiendo?
Maga, ¿te acuerdas de los años que hemos dormido juntas?
Maga... Después de que te fueras, todo cambió. Ni te lo puedes imaginar, y es mucho mejor así, que no lo imagines, que no me eches de menos.
Nunca más tendré un solo gato que no seas tú. No quiero otro animal, porque siempre fuiste un gato que pese a su naturaleza reclamabas atenciones de perro. Las mascotas de los demás son tan idiotas, tanto, que lo único que puedo echar de menos sinceramente es tu roneo cuando leo en la cama, la manera en como estiras la pata y apoyas tu cabeza en ella, como cierras los ojos y haces un suspiro pidiendo por favor que tú allí, y yo aquí, juntas para lo bueno y calladas, generosas de presencia, para lo malo. Si el amor no era eso, qué diablos será.

1 comentario:

Anónimo dijo...

miauuu! ;-)

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