29 de marzo de 2008

Gracias por lo de piedra

Desde luego no soy un monstruo de cuatro cabezas que por una tararea Paquita la del barrio, por la otra insulta a los taxistas, por la tercera se pone pedante y por la última canta La Casa Azul con mensajes satánicos.

No, no y no. No soy el yogur de vuestras fiestas. Gracias por achucharme, por creer que soy blandita, por recordarme de vez en cuando qué tan dulce puede ser una veinte añera. Por añadirle azúcar de feria al palo de carne que soy, por darme vueltas, por pegarme nubes y por darme bocados de ternura.

Y entre tanta confusión de conceptos sobre mí, ayer me dijeron que era terrible como una piedra. Que daba miedo.

¿Una piedra puede dar miedo?

Una piedra puede doler, pero también es muy fácil de quitar de tu camino. De hecho digo que es fácil porque nadie tiene porqué notarlo, eso lo hace todo muy sencillo, ya que el drama (si existe el drama en el mundo de las rocas) se lo queda ese conjunto compacto que ha atravesado el débil entramado de moléculas que es la distancia. Y fíjate tú que una piedra podría decorar tu estantería, o pega saltos si la tiras con un fin. Las piedras pueden ser al mismo tiempo útiles e inútiles, bonitas y feas, y absolutamente todo lo que se te ocurra, chica de ayer. Las piedras existen de una forma tan pasiva, que ayer no tuve que mover un dedo para pasarlo bien. Así que, bien, a mi me gusta pensar en las piedras del modo como las tiraba Siddharta al fondo del río.

No bailé, no fui tierna ni fui un monstruo. Ayer existí cerveza en mano, amigas volando. Pese las mil versiones que estoy sufriendo de mí, yo solo pienso en la pulgada cabreada de Hedwig.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí me vienen a la cabeza diamantes en bruto, o más bien piedras preciosas, de las que brillan mucho
;)

tartarugueta dijo...

ei! quina sorpresa! m encanta q hagis tornat! ;)
ja m explicaras aixo d la pedra..