9 de febrero de 2011

Milagros de nombre concreto

Hace ya varias semanas sucedió un milagro. Para quien no se acuerde, la afortunada fue una monja francesa que padecía la enfermedad de Parkinson. Después de largas noches rezándole a una foto de Juan Pablo II, que, por cierto, también vivió afectado del mismo mal, se levantó una mañana absolutamente curada de su enfermedad. Los doctores no supieron como explicar el fenómeno, pero la Iglesia lo vio muy claro: Juan Pablo II había actuado desde la tumba. Si logra un segundo milagro, será beatificado. Desde aquí, muchos ánimos al Papa viajero.

Bien.

No estoy segura de si la iglesia tiene algún cuerpo propio parecido a un C.S.I que se encargue de investigar estas situaciones. No me preocupa que no se investigue cómo se ha obrado un milagro, entiendo que sería una empresa imposible (un milagro es un milagro y por eso se llama milagro) y si se pudiera desentrañar como funciona un solo milagro, se cuestionarían todos. Entiendo que no haya mucho interés en flaquear los pilares palpables de la fe. ¿Pero rezarle a una foto de un personaje concreto significa necesariamente que el retratado es quien ha actuado? Me pregunto si algún otro personaje, a saber, un santo, un conocido fallecido de la monja, un desconocido en la otra punta del planeta, se apiadó de la monja imaginando sus sufrires. Quién sabe, los misterios de las obras de Dios y sus allegados son insondables, o se supone que lo son. Sus praxis no deberían porque ser tan evidentes, o puede que en este caso sí. En todo caso, ¿quién nos los asegura? ¿Eso importa tanto?

En fin.

Como creer es más que suficiente motor en este ámbito, indagar en la verdad podría ser un agravio para la palabra Fe. O buscamos la verdad o buscamos tener fe. Cuando no tenemos la primera, nos resguardamos en la segunda. Y cuando estamos en la segunda, damos por supuesta la primera. Si renunciamos a la segunda, nos hacemos soldados de la primera. Etcétera.

Visto, pues, que la situación se ha mostrado lo suficientemente verdadera para el catolicismo e incompleta para la ciencia, la sensación de que la magia anda suelta con nuevos trucos invade mi gozo. Los clásicos como Santa Rita –santa de los imposibles–, San Antonio –el protector de los animales– o San Antón de Padua –el proveedor de novios–, han sido, y serán, de gran utilidad como antípoda de los recursos, o como recurso preferente, no hay término medio. Pero una horneada nueva de santos anda remodernizando el campo de los milagros, con curas más acordes a nuestros días y sueños de este siglo. San Juan Pablo II, solventor de los transtornos neurodegenerativos crónicos. Eso sí es una estampita como Dios manda.

2 comentarios:

interpreta-sones dijo...

más vicente ferrer y menos escrivá de balaguer! no?

Choovanski dijo...

Pues sí, así ya los enfermos de Parkinson tendrán santo al que rezar, que más de uno será creyente.
Me pregunto si Michael J. Fox se habrá puesto manos a la obra y tiene ya su estampita.