10 de agosto de 2010

Los sueños de gloria del soldado Manning

En pleno desierto iraquí, en una base militar a 60 kilómetros de Bagdad, el soldado Bradley Manning, de 22 años, sentía la amargura y la soledad del aislamiento. Pasaba turnos de 14 horas, siete días a la semana, frente a una pantalla, analizando información sobre el enemigo para incluirla en las bases de datos clasificadas del Ejército estadounidense.

En aquellas interminables jornadas, rodeado por otros soldados, un calor de 43 grados y tormentas de arena, en una batalla que no sentía como suya, descubrió en su interior el desapego que sentía hacia su país y sus guerras. No tenía una relación especialmente cercana con su padre, que fue soldado como él y vivía en Oklahoma. Ni con su madre, que se había mudado tiempo atrás a Gales. Fue educado en el catolicismo, pero en su placa del Ejército lucía la palabra "humanista".

En aquellas estancias militares se sentía un don nadie y soñaba con cambiar el mundo. De ser Manning, un soldado más, a ser Manning, el héroe que dejaría en evidencia el cinismo occidental.

En noviembre de 2009, vio clara su oportunidad. Como analista de inteligencia, categoría 35F, usaba unos ordenadores conectados a dos redes ultrasecretas del Pentágono: SIPRNet y JWCIS. Los documentos que por allí transitaban mostrarían los abusos bélicos de su país. Por motivos de seguridad, no tenían puertos USB. Pero por un error del Ejército, sí disponían de reproductores y grabadores de CD. Manning orquestó entonces una operación de película. Y le funcionó. Rotuló un CD virgen: "Lady Gaga". Entró a su puesto. Se sentó ante la pantalla. E inició un largo playback de la canción Telephone, de la mencionada cantante. Como en una película de espionaje, actuaba como un doble agente: fingía escuchar música mientras descargaba documentos críticos para la seguridad nacional.

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