14 de junio de 2010

La felicidad paradójica

de Gilles Lipovetsky*
...A medida que se afirma el principio de soberanía personal sobre el cuerpo, el individuo confía su suerte a la acción de sustancias químicas que modifican sus estados psicológicos "desde el exterior", sin análisis ni trabajo subjetivo, ya que sólo cuentan la eliminación inmediata de los desarreglos (fatiga, insomnio, ansiedad), la mayor eficacia posible, el deseo de producir estados afectivos "por encargo". La exigencia de soberanía indvidual se expresa aquí por un consumo pasivo de moléculas químicas. Si estos trivializados recursos a la psicofarmacología dan fe del deseo individualista de controlar el cuerpo y el estado de ánimo, reflejan al mismo tiempo cierta impotencia subjetiva, dado que el sujeto renuncia a todo esfuerzo personal y se abandona a la omnipotencia de productos químicos que trabajan en él, sin él. No buscamos ya la solución a nuestros males en nuestros recursos interiores, sino en la acción de tecnologías moleculares que, además, tienen efecto adictivo. El individuo deseoso de dirigir o rectificar a su gusto su interioridad se transforma en individuo "dependiente": cuanto más reclama la plena potestad sobre su vida, más se despliegan formas nuevas de someterlo.

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¿Dónde se ha visto que un hombre o una mujer se sientan frustrados en su vida amorosa porque la otra parte no se parece a una top model o a un genio? Para que se ejerza la seducción basta que el otro tenga a nuestros ojos algún encanto: el placer, entonces, es total. Lo mismo sucede en la experiencia del consumo: la satisfacción es sin duda posible fuera del marco de lo más bonito y lo más caro. Porque lo que da satisfacción al consumidor es más la novedad y los cambios que el valor comercial o la calidad intrínseca de los productos. La adquisición de un producto nuevo, aunque sea de valor limitado, da más satisfacción que la experiencia de un modo de vida superior pero repetido e inmutable.

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...el derecho al placer que pregonaba la generación rebelde se ha convertido en mandato, en "prestación obligatoria", en una especie de productivismo del goce parecido en principio al que articula el mundo industrial. Y así como la economía liberal genera el estrés de los resultados y la angustia del desempleo, la nueva economía libidinal crea el pánico generalizado a los fracasos y las averías, el miedo a ser un infradotado para la carne, a no parecerse a Superman (Superwoman) en el amor.

3 comentarios:

iRati dijo...

tiene buena pinta, me lo apunto! ^^

nózaroc dijo...

lipovetski me cae gordo

gi dijo...

Tiene los brazos demasiado flacos como para que no se le caiga, senyoreta Rèptil.

Lípidovetsky, sí. Del suelo no pasa.