
Los caballos, los cazadores, los perros, las piedras, las botas, los estómagos, cayeron todos encima de su cara partiéndole lo que hasta entonces todos llamábamos persona y la convirtieron en musgo rizado, húmedo, verde visto desde la sombra. Perdió las facciones allí dónde los troncos están más fríos y la sangre llegó al río para transformar toda la corriente en una absoluta coralina fuera de lugar.
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