
Yo me quedo aquí aderezando los marcos de fotos en la repisa de la chimenea. Les saco el polvo los domingos, compro jarrones chinos de vez en cuando para que el estiércol quede bonito. Las cagadas abonaron este comedor al aire libre. Crecerán ramitas, tomates, malas hierbas, flores silvestres, un arbusto de moras que crece más despacio que todo lo demás pero más firme.
He puesto una butaca orejera de las que dan calor en verano. Estoy leyendo y ordeno las dos únicas fotos que he escogido cada vez que no sé qué hacer si no es domingo. En una de las fotos estás durmiendo, y en la otra estás apuntándome con la gata.
He puesto una butaca orejera de las que dan calor en verano. Estoy leyendo y ordeno las dos únicas fotos que he escogido cada vez que no sé qué hacer si no es domingo. En una de las fotos estás durmiendo, y en la otra estás apuntándome con la gata.
Una cosa es cierta cuando se derramó el amor de la mesa, y es que lo tiramos por no mirarlo.
Tantas veces se cayó, que llegó a un punto conservador dónde nadie corrió tras la copa a salvar el único hilo de vino que quedaba. Yo miré como caía sobre mis pantalones y tú pagaste la cuenta al camarero del momento.
El vino no tiene la culpa, me releo en las libretas este lunes, que no domingo, en el que tengo un año más.
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