Viva Neruda, oye

Puedo escribir los versos más tristes esta noche,
pero no me da la gana.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
Pero eso no es cierto.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Por decir algo pseudohermoso y facilón.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
O viceversa, pero mejor me dejo bien a mi mismo.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos,
y durante esas noches me importó relativamente un pito.
¡La besé tantas veces bajo el cielo infinito,
que no tiene comparación con besarse bajo un techo.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido,
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Pero, bueno, no me da la gana
como bien he dicho.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío,
por decir algo un poco exagerado y acomodarme entre tanta penita.

Eso es todo,
pero no,
A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
¿Qué cantará ese eco de paja?
Mi alma no se contenta con haberla perdido,
pero creo que nadie se contenta con eso,
y me da bastante igual los demás.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Y así es la vida,
con poca poesía.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
¿Por qué no? No me quito posibilidades, porque soy sobrenaturalmente sensible.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido,
que tan ancho me quedo cuando te lo digo.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
que me coje la mano y me la acerca al cuchillo,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo
me despido de mi poema florido
hasta mañana que vuelva a quedarme en blanco.

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