
A la lavadora para que cierre bien hay que darle un golpecito con ambas manos hacia delante, acompañando el movimiento con un toque de cintura. Una vez encendida, hay que moverla con un golpe seco, que no fuerte, hacia la derecha. Yo, agradecida, le beso y le suplico que esto no lo haga con tono de amenaza, que más le vale estar jodida de verdad. Para abrirla, después, hay que meter el dedo índice de una determinada manera, inexplicable para el profano, por la ranura y presionar una desconocida palanca de sus mecanismos más profundos.
Las instrucciones para encender el calentador son un poco más sutiles. Le cuesta arrancar, porqué es algo tímido, pero luego no hay quien pare la temperatura del agua caliente. Es bastante fogoso cuando se pone. Yo no me atrevo a decirle nada por si se le corta el rollo mientras estoy bajo el chorro de la ducha, escaldándome la piel y entumeciendo mi cabeza con el vapor turco. Al menos con la lavadora puedes hablar.
La televisión ha decidido que no le gusta el rojo. Hay que respetarla, ya que esas cosas son muy personales. Todo lo emite con una luz bastante soviética, donde predominan básicamente el verde y el azul, haciendo mezclas interesantes con los colores que no contienen ni verde ni azul. No hay matiz alguno de rojo, lo que provoca, por ejemplo, que un partido de fútbol entre el Mallorca y el Atlético de Madrid parezca un partido entre árbitros y presos. También resulta bastante complicado seguir el Pasa Palabra, porque da igual si aciertan la pregunta o no, ambas respuestas tienen un color a medio caballo entre el verde y el negro. Que, por cierto, es un color bastante chungo.
No tenemos microondas, y nos calentamos la leche a la antigua usanza: a golpe de cazo. Es bastante entrañable hacerlo así, y es imposible comer platos preparados. Los fogones nos quieren como cuatro madres, no nos dejan comer otra cosa que alimentos frescos.
Lo que sí funciona perfectamente es la conexión que robamos a los vecinos.
Además, quiero pensar que lo de mi compañera de piso es un error de su portátil y no un error humano, porque es capaz de escuchar a todo trapo una misma canción varias veces seguidas. Sin respiro y con un fervor religioso.
Así que, chicas, por favor, no me lo preguntéis más. Todo perfecto en el nuevo piso, vivo con electrodomésticos marca Princesa del guisante y yo les bailo com Rick Astley para que los ánimos y los corazones no decaigan.
Las instrucciones para encender el calentador son un poco más sutiles. Le cuesta arrancar, porqué es algo tímido, pero luego no hay quien pare la temperatura del agua caliente. Es bastante fogoso cuando se pone. Yo no me atrevo a decirle nada por si se le corta el rollo mientras estoy bajo el chorro de la ducha, escaldándome la piel y entumeciendo mi cabeza con el vapor turco. Al menos con la lavadora puedes hablar.
La televisión ha decidido que no le gusta el rojo. Hay que respetarla, ya que esas cosas son muy personales. Todo lo emite con una luz bastante soviética, donde predominan básicamente el verde y el azul, haciendo mezclas interesantes con los colores que no contienen ni verde ni azul. No hay matiz alguno de rojo, lo que provoca, por ejemplo, que un partido de fútbol entre el Mallorca y el Atlético de Madrid parezca un partido entre árbitros y presos. También resulta bastante complicado seguir el Pasa Palabra, porque da igual si aciertan la pregunta o no, ambas respuestas tienen un color a medio caballo entre el verde y el negro. Que, por cierto, es un color bastante chungo.
No tenemos microondas, y nos calentamos la leche a la antigua usanza: a golpe de cazo. Es bastante entrañable hacerlo así, y es imposible comer platos preparados. Los fogones nos quieren como cuatro madres, no nos dejan comer otra cosa que alimentos frescos.
Lo que sí funciona perfectamente es la conexión que robamos a los vecinos.
Además, quiero pensar que lo de mi compañera de piso es un error de su portátil y no un error humano, porque es capaz de escuchar a todo trapo una misma canción varias veces seguidas. Sin respiro y con un fervor religioso.
Así que, chicas, por favor, no me lo preguntéis más. Todo perfecto en el nuevo piso, vivo con electrodomésticos marca Princesa del guisante y yo les bailo com Rick Astley para que los ánimos y los corazones no decaigan.
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