
Tarde de agosto, segunda planta a dos calles de mar, ropa interior con camiseta de peces, a dos pasos de la puerta, el día nublado, naranja china en mano, a dos ventanas de la calle, se peina con la derecha el flequillo largo, si no llueve estará bien, abre la palma, si llueve dará igual, sostiene la fruta, coge la mandarina del revés con las manos, "soy un mikan", se acerca la mandarina a la nariz.
Suspira por clementina. Se repasa el flequillo sabiéndose de la península Satsuma. "Soy un mikan" que tiene mandarinas con nombre de acorazado de Armada Imperial. No es general. Rueda la forma chata de la clementina por el suelo lleno de polvo. No es concreta. Se dispersa.
Es más madre, más árbol, no es chófer de tortugas a motor, no es de allí, ser, será lo que no es, si no se come un gajo japonés, las playa de Satsuma arden de sol, mucho perfume de ácido que pela, pela y cierra la rama alrededor de la musculatura desnuda del sexo del árbol, chupa, da vueltas con la lengua a clementina pensando que es naranja china, frota el velo transparente contra los dientes, introduce la lengua en ella como una funda.
No hay calor. Parece otoño. A mediados del mes que viene nacerán okitsus y owaris nuevas. Primero saldrán las okitsus y llegarán a las tiendas con nombre de género. Las segundas se quedarán en sus casas con todo su zumo.
Comeremos clementinas finas en septiembre.
Pelaremos Orovales el día 15.
Recogeremos clemenules de noviembre a enero.
Entonces habrá pasado un año.
Desprende otro gajo de mandarina.
De dónde vendrá, quién la habrá cogido, qué pasó ese día, ¿llovió?, se alimentó del sol que no hay aquí, puede que llueva, se pondrá pijama largo entonces, refresca si sopla el viento, come gajos, traga pieles de interiores flavonoides, amarillos solubles en agua, zumos de vitamina C para gripes del año que viene.
Biosintentizamos. Nos nutrimos como plantas. Vivimos como depredadores menores. En su casa ella es mayor que el distrito de Satsuma porque inventa acorazados con su cabeza. Es la ciudad de los árboles mikanes.
Termina lo que queda de su pequeño acorazado desmoñado, vence a la armada japonesa, se fuma un cigarrillo que le sabe a gloria, si el cielo está nublado, no hay bombarderos, mira tranquila al techo y no cae nada, "clementina" supira, "sí" afirma, pequeña, sabrosa, lejana como una hermana afincada en las zonas cálidas del sur de Kanto, "Clementinas en la ciudad de Satsuma" y sigue fumando un cigarrillo Lucky, nombre de su primer perro muerto, ser, será un poco madre de sus propios frutos, adoptará de los demás lo que abandonen y ella ame, pero ser, es de por ahí dónde nacen las mandarinas satsuma y saborear, saborea con incesto las clementinas.
En privado,
con secreto,
añadiendo tiempo de futuro,
un tiempo regido con un principio irrefutable de casualidad,
que podría ser dilucidado si se sintiera determinista.
Por desgracia lo impredecible convierte aquella dinámica parada de agosto, por cobarde y por incierta, en un nada más que lo que tenía a mano, esa mandarina indefinida que ha sido lo que ella quiso que fuera por la tarde, en camiseta, en ropa interior, a una distancia sentida de dos continentes que ofrecen frutos parejos.
3 comentarios:
queremos a emily!
me ha gustado mucho.
nanai.
naranjas de la china.
mi gato se llamaba Mikan... XD
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