
Cuando ella me tocaba el pelo, el mundo se deshacía de nudos. Podía hacerme tan pequeña como una niña, tan redonda, fosforescente y agradable a los dedos como una pelota de tenis. A veces no decía nada, y otras veces me decía hasta lo que no importaba nada. Yo me quedaba callada, o me reía.
-¿Cuántos años tienes?
-Tres.
-¿Tres?
-Sí.
-¿Y qué quieres ser de mayor?
-No lo sé.
-¿No quieres ser astronauta, o futbolista, o...?
-Cocinera, quizás.
-¿Te gusta cocinar?
-Me gusta ver como cocina mi tía. Me gusta ver como trabajan los mayores. Me gusta cuando parece que yo no estoy, y lo hacen todo sin tenerme en cuenta. Y hablan normal, de sus cosas.
-¿Y de qué hablan los demás?
-Del trabajo y de las personas que conocen.
-¿Eso te gusta?
Ya no puedo saber qué harás. Pronto no estarás en este país. No podré disimular que estoy ahí. No me hablarás de tu trabajo, ni de las personas que conocemos, ni de tus cómics. Yo no te hablaré de música, de mi trabajo, de lo qué pasó por la mañana. Eso no ocurrirá más.
Me hago pequeña otra vez. No me has abandonado nunca, tan solo me siento vieja de golpe en un cuerpo que me mide un metro de pérdida. No seremos lo que fuimos. Seremos otras, espero que mejor para otros, para otras. Para los demás al fin y al cabo. De lo que nos hemos podado la una de la otra, saldrá un brote nuevo, con una hoja, una flor, eso no lo sé. Puede que ni si quiera brote nada.
Feliz viaje alrededor de donde vayas.
1 comentario:
gracias...yo también extrañaré los viajes en avión con un único pasajero...
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